Cartas al director
Empresarios
Corren tiempos difíciles para los empresarios. Su figura es atacada y denostada; ni he sido ni soy patrón pero reconozco que la empresa privada es la que crea los puestos de trabajo, genera riqueza y es el motor económico de cualquier país. El empresario arriesga su capital y en su caso también el del accionariado que le respalda; cuando ganan dinero, ganamos todos; cuanto mejor les vaya, más tranquilos se sienten sus trabajadores. Es imprescindible disponer de una legislación que transmita seguridad y confianza, no arenas movedizas, a nuestras empresas lo cual no es sinónimo de que puedan hacer de su capa un sayo. Los gobiernos recaudan mucho dinero gracias a ellas que luego revierte en la sociedad. Lanzar misiles a la línea de flotación de las empresas es una actitud descabellada porque las obliga a trasladar su sede social, los centros de producción e incluso a cerrar. El empresario, el autónomo, no se limita a trabajar cuarenta horas semanales; su mente está en constante ebullición todos los días, a cualquier hora, para mejorar y competir. Sé de lo que hablo porque he sido y soy testigo de ello. Anatematizar a las empresas es un craso error; el empresario no es el enemigo, sino el desempleo y tener que depender de ayudas públicas. Quienes más les atacan ni han creado una empresa ni jamás han trabajado ya que viven inmersos en su mundo virtual pero con la certeza de que van a cobrar a fin de mes. Menos demagogia y más raciocinio.