Cartas al director
La ignominia de la casta política
Siguen y siguen, preocupados por la ostentación al maldito y dañino dinero, ese poderoso caballero don dinero. Ese dinero fácil que, con artes de corrupción, y con ese picaresco arte propio del monipodio español, consiguen, sin dar golpe alguno, el dinero fácil, perjudicando al pueblo que paga impuestos y al pueblo necesitado que carece de las más elementales necesidades para lograr un deseado estado de bienestar.
Pero, he ahí el dilema, la incongruencia y el sinsentido: con el permiso del pueblo que vota, ese pueblo que tiene los gobernantes que se merece, incapaz de dar una contundente lección de castigo, sigue permitiendo la maldita corrupción, esa corrupción que no cesa, donde, con ese dinero que nunca devuelven, disfrutan a lo grande gracias a esas pecunias que nos quitan de nuestros sueldos y de nuestras pensiones.
¡Las pensiones!, esa arma de campaña, ese condicionante populista y ese poder propagandístico que nunca falla en época electoral, de nuevo, y como siempre, en el tejemaneje de la izquierda para conseguir el voto cautivo. Y lo hacen sin contar con los empresarios, pero, por supuesto, con el visto bueno de los sindicatos de clase, porque ellos, fieles a la voz de su amo, esperan conseguir suculentas subvenciones para mantenerse en su poder. Algo rotundamente indigno, pues tendrían que subsistir gracias a las cuotas de sus afiliados.
Pero no, ellos fieles a sus principios socialcomunistas, lo mío, mío, y lo tuyo también, demuestran carecer de olfato y de vista, permitiendo el incremento del paro, la temida y dañina inflación, las dañinas críticas a los empresarios emprendedores que crean empleo, y, con esta reforma aberrante, la ruina empresarial.
Y lo más grave que se intenta con esta reforma es el empobrecimiento de las pensiones altas, y el enriquecimiento de las que no cotizaron, o cotizaron lo mínimo.
Puestos a ser comunistas, que se igualen todas las pensiones, pero, eso sí, que el Estado devuelva el dinero a los que cotizaron mucho, durante muchos años, no sólo en lo que contribuyeron al Régimen de la Seguridad Social, sino, también, a lo que contribuyeron con el IRPF. Y así todos seremos felices en el país de la Igualdad, donde los más tontos ocuparán los cargos gobernando con ordeno y mando, y, a su vez, viviendo como un marajá, y el pueblo, los unos trabajando y cobrando por igual el salario del régimen, y los otros, los pensionistas, disfrutando con sus igualitarias pensiones.