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Cartas al director

Las antiguas mentiras

Los españoles no somos conscientes de la magnitud de nuestros defectos. Hemos visto el espectáculo con fuegos de artificios de los sermones de los socialistas, vendiendo felicidad en el peor momento de la historia de España de los últimos 40 años. Con miles de muertos, con ruina y con un futuro muy negro. Vivimos en la cultura del simulacro.

La posverdad no son las antiguas mentiras; el mentiroso no deja de tener un cierto respeto por la verdad, como el gánster lo tiene por la ley. De ahí su mala conciencia. Al presidente del Gobierno la verdad ha dejado de interesarle, siente hacia los hechos reales una indiferencia total. ¿Cómo alguien que preside este país puede presentarse así? Celebrando sus bondades. Si lo hace, es porque sabe que tiene debajo una especie de súbditos que le creen.

España se está convirtiendo en un país de súbditos de la posverdad y la mentira. ¿Cómo hemos llegado a aceptar que un presidente del Gobierno basara su llegada al poder por la mentira de un juez? ¡De un juez! Sí, de un juez. Y en la Moncloa que está en Madrid, entró la trola, esa degeneración de la verdad, que ostentaba Barcelona desde que bajaron del monte los charnegos.

La verdad es un bien público y hay que protegerlo, como el pan, el agua, el viento, la electricidad y la cultura de la dignidad humana. Las sociedades no progresan sin la verdad. Por eso, el progreso actual es de retroceso porque no tiene ninguna verdad. El ejercicio de la mentira es más fácil en la vida pública que en la privada. En lo público es más fácil engañar a las masas con la ideología. En lo privado no, es de persona a persona.

El mundo avanza y progresa con las nuevas tecnologías. Pero dentro de estos avances hay muchos retrocesos, y uno es la llegada a las élites del poder de gentes sin escrúpulos, sin ninguna preparación, sin moral ni dignidad, por eso utilizan la mentira para que se la crean sus súbditos…

Maximo de la Peña Bermejo

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