Cartas al director
Entre España y Portugal
En el siglo XVIII se casó Fernando VI, todavía príncipe y futuro Rey de España, con Bárbara de Braganza, hija de Juan V de Portugal. Se planteó la duda de si se casaban en España o Portugal. Como se pretendía que nadie fuera más que nadie, se adoptó una solución salomónica, que se casaran en España y en Portugal. Aunque parezca increíble, se montó una especie de iglesia portátil, de madera, sobre el río Caya, que hace la función de frontera, con una orilla en Portugal y otra en España, en Badajoz. De esta curiosa y alucinante forma, cada contrayente entró por la puerta que daba a su país. Menos mal que la ciudad de Badajoz sacó algo positivo de esta boda extravagante y fue que el padre de la novia, Juan V, financió la construcción de la pacense iglesia de San Juan Bautista. Según cuenta Juan Eslava Galán, la novia no era guapa, tenía ojos churretosos, cara de pan y con tendencia a engordar. Sin embargo, el Rey Fernando VI llegó a quererla, porque «era dulce como saben serlo las lusitanas y, además, inteligente, bondadosa y culta». Váyase lo uno por lo otro. Así se escribe y se escribió la historia, a veces con hechos grandiosos y, en ocasiones y dicho con palabras de Carlyle, como «una destilación del chismorreo».