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Cartas al director

El apoderado

Un artista debutó en el Palacio de las Cortes vestido de comunista, antes de la Constitución del 78. Después volvió como diputado en la lista del mismo Partido Comunista puesto por su apoderado. Y ahora después de un largo retiro reaparece como primer espada. Y candidato a presidir el escalafón de los políticos a propuesta de su apoderado, Vox, nombre corto y por derecho. No ha tenido problema el maestro Tamames para reaparecer y salvaguardar su dignidad.

Han evolucionado sus ideas torcidas, de punta a punta, que las ha plasmado con su muleta de torero antiguo. Porque el que no evoluciona le coge el toro. Y el que se aferra a un solo muletazo no torea.

Una de las grandes virtudes del maestro es taparse los defectos. En el toreo, la cima del conocimiento consiste en saber cómo quitase del peligro sin mostrar el miedo, huir despacio, escapar sin que se note.

El novillero, sin saber, se pone en el terreno del toro, porque aun no ha aprendido sus defectos y porque todavía puede resistir la voltereta para engañar al toro. Pero el torero viejo, el maestro, nunca pisa el engaño, torea con la verdad por delante.

El error del maestro Tamames ha sido ponerse en el sitio de la cornada del novillero y aguantarla. Se ha dejado manejar por el apoderado. Pero su faena hecha al descompás y fuera de cacho ha sido triunfal. A sus contrincantes de cartel les ha dado una lección de maestría, de saber y experiencia, con mando y temple y justa faena. Con la mano derecha y al natural con la izquierda. Como así se torea.

Así ha triunfado el maestro sin despeinarse, sobre todo en las televisiones, en La 1 o en La Sexta, o en el coro de las convidadas. Tamames no ha logrado gran cosa de porvenir con su presentación de censura contra los novilleros mentirosos. Pero le ha puesto a cada uno en su sitio, de una mano y de la otra, incluso a sus apoderados…