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Cartas al director

Yolanda se tragó a Pablo

A Pablo Iglesias le salió una piedra en el zapato con Yolanda Díaz. La actual vicepresidenta del Gobierno de España, ungida en su día por él mismo, surfea la cresta de su propia ola, desatada, libre de tutelas como ella misma dijo, y dispuesta a ser la primera presidenta de este país. Sin duda se vino arriba la ferrolana, pues no parece muy probable que pueda conseguir este objetivo a corto plazo, es decir, en las próximas elecciones, donde está mejor colocado su paisano y enemigo político Alberto Núñez Feijóo. Tampoco parece que estemos ante un posible sorpasso de Sumar al PSOE, por muchos votos que pueda arañar Díaz del caladero socialista. Pero ella tiene sus cálculos y en ellos cuenta con aglutinar a toda la izquierda más a la izquierda, seducir a un sector que simpatiza con Sánchez y aumentar así su peso en una nueva coalición de Gobierno. Y ya veremos lo que pasa en las siguientes elecciones. Yolanda Díaz ha ido labrando su propio personaje poco a poco, pero siempre desde una premisa: construir. Justo lo contrario que Pablo Iglesias, a quien paso a paso le ha ido apartando del centro de la escena su tremenda negatividad y tendencia a la destrucción de todo lo que toca. Mientras el profesor universitario despotrica contra jueces, periodistas, políticos de ideologías diferentes, compañeros de Gobierno y empresarios, por citar algunos ejemplos, Díaz ha elegido un camino más serio y fiable, siempre dentro del sistema. Ha intentado dar una imagen de política firme, pero con vocación de diálogo. Es una pragmática a la que no carcome el odio, una enfermedad que sufre su rival político en la extrema izquierda.

Yolanda Díaz se pelea con quien haga falta, pero resulta complicado verla insultar a nadie y cerrar las puertas a posibles acuerdos, y con esa sonrisa, aunque sea más falsa que las pesetas. Ahora mismo, ella tiene contra la pared a Pablo Iglesias, al que está poniendo en la tesitura de o bien aceptar este batiburrillo de partidos que es Sumar y diluirse en él, perdiendo su actual estatus, o bien ir a la guerra e intentar reventar la iniciativa. En cualquiera de los dos escenarios, el líder espiritual de Unidas Podemos sale perdiendo.

Porque en realidad, a él, Yolanda ya se lo ha comido.