Cartas al director
¿Sumar es un experimento?
Tenemos ya demasiada experiencia en ver pasar ante nuestros ojos proyectos políticos a los que se les vaticinaban grandes éxitos y que acabaron en rotundos fracasos. De forma especial, en la izquierda. Y no solo en España; en todo el mundo y a lo largo de la historia. Por eso, visto lo visto, es toda una incógnita el camino que le aguarda a Sumar, el nuevo proyecto de Yolanda Díaz, recién nacido y en pañales.
Y con él, a Unidas Podemos, que ve cómo el férreo régimen de obediencia imperante comienza a resquebrajarse. Las palabras de Alberto Garzón no llaman al optimismo. Porque compara los desencuentros actuales de Sumar y Podemos con los que protagonizaron en el 2014 líderes de IU ante el nacimiento de la formación morada. Y concluye que no es tiempo de crear trincheras y que es necesario renunciar a argumentos para poder tener un futuro compartido. Pero ese futuro compartido, ni está ni se le espera. De momento, y tras la euforia de la presentación del Magariños, Yolanda Díaz va de triunfadora. Porque allí también estuvo apoyándola Podemos. A través de la mitad de sus parlamentarios, líderes de formaciones asociadas y los purgados por Pablo Iglesias. Que son legión. Incluso los que se resisten a abandonar a Iglesias Turrión reconocen que su líder no anda por la vida haciendo amigos y que ese comportamiento acaba por dejar huella. En más de una ocasión los suyos le afearon este tipo de comportamientos, sin lograr que los erradicase. Todo lo contrario que la vicepresidenta, a la que se acusa ahora de sonreír demasiado. De mostrarse como excesivamente amable y condescendiente. La batalla de la imagen la tiene ganada la líder de Sumar. Pero eso no es suficiente.