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Cartas al director

Amor, progresismo e ideología

Goethe en «Las desventuras del joven Werther», afirma que lo único que hace al hombre estrictamente necesario, es el amor.

Amar y ser amado, ese es el sentido de la vida.

No obstante, nos hemos quedado solo con la segunda parte, tomando el afecto como el pilar sobre el que cimentar nuestra vida, hecho más que justificado con el auge de Tik Tok, Instagram, Twitter…

El hombre sin amor se deshumaniza. El elevado número de divorcios, las familias desechas, el odio estructural que gobierna España, son consecuencias del olvido del amor. «Mejor solo que mal acompañado».

La verdadera mala compañía es el progresismo, que como ya dijo Lorca, es una cárcel para el hombre.

La Ley Trans es una manifestación más del escepticismo que nos embriaga, sólo es real aquello que para mí es real.

La legitimación del subjetivismo es el hall de la dictadura del relativismo en cuya casa ya hemos entrado hasta la cocina.

Esto solo encierra una cosa, el solipsismo cartesiano.

Si el hombre no puede demostrar la existencia de la realidad extramental, lo único que le queda es encerrarse en sí mismo, impidiendo cualquier ápice de consenso o de humildad, que le permita reconocer que la verdad existe y que es esta la que otorga la libertad.

Gracias al progresismo ideológico, somos esclavos del sentimiento, de nuestros «prejuicios» e intentamos alcanzar la felicidad rechazando el amor y apartando la verdad, dando validez científica al posthumanismo premonicionado y consiguiendo desarrollar el mayor índice de suicidios de la Historia.

El amor, plenifica nuestra vida y es la llave que puede cerrar el abismo vertiginoso que se abre frente al imperio ideológico.