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Cartas al director

Graduaciones sin mérito alguno

Me sorprende con la facilidad que importamos modelos foráneos que solapan nuestra cultura y tradiciones y que nada beneficioso aportan. No hablaré de la implantación de Halloween, pues no es la fecha. Ya en los desayunos con los colegas se habla de las próximas graduaciones, a cuál más absurda: de guardería, de primaria, de secundaria, de bachillerato… ¿Qué logros han alcanzado nuestros hijos en esas tempranas etapas para prepararles ceremonias tan esperpénticas? ¿Qué plan de estudios conducente al grado han seguido con éxito para realizarles tales fastos? Reconocimiento al que se apuntan con unas notas mediocres, la mayoría, y que sirve de justificación para montar fiestas que seguirán con el típico viaje fin de curso, ¿cómo premio a qué? Recuerdo el libro que Javier Urra, ‘El pequeño dictador’, dedicado al enorme peligro que representaba una educación relajada y permisiva por parte de los padres en tan cortas edades. Pues bien, la sociedad avanza y a los adolescentes se les trata cual reyezuelos a pesar de las dificultades que pasan muchos hogares. Pareciese que la inflación presente con la carestía generalizada de productos de primera necesidad no fuera con ellos. Un móvil de última generación, una ceremonia de graduación con el consiguiente viaje posterior, nada cultural, por cierto, y un verano a todo tren y en muchos casos avalados por una indisciplina, sinvergonzonería y expedientes mediocres. ¿Qué les estamos enseñando a nuestros jóvenes? Da igual su inmadurez y su falta de responsabilidad, todo en la vida es disfrutar. Largo y muy cuesta arriba se les va a hacer la adultez cuando de pronto ingresen en la cruda realidad que les espera y para la que no se han preparado o los han mal preparado consintiéndolos en exceso a cambio de nada.