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Cartas al director

Devaluación y frivolización de los debates

Para afrontar legislativamente cuestiones trascendentes, lo ideal es someterlas a rigurosos análisis y debates en todos los aspectos implicados, intentando evitar el riesgo de generar «efectos no deseados» y soluciones más desastrosas que los problemas que se pretendía resolver; como ha sucedido con la sectaria reforma penal de la ley del 'sólo sí es sí'. Sin un análisis abierto y un amplio y serio debate en este tipo de cuestiones, cualquier solución puede constituir un grave desacierto. Pero a similar error nos aboca despachar estos asuntos con análisis y debates de chichinabo; como también hemos visto respecto a la gestación por sustitución o por vientre de alquiler, a raíz del embarazo por encargo de la nieta de Ana Obregón. Gestación que ha provocado dos bandos enfrentados, pero cuyos argumentos se fundamentaban más en cómo nos cayese la inefable y singular abuela y quiénes la apoyaban o criticaban, que en debates serios sobre el fondo de la cuestión.

En ambos frentes, el prejuicio ha sustituido al juicio en una materia especialmente sensible, y donde siempre habían confluido criterios tan fundamentales como la actuación en interés del menor, la existencia de ámbitos que había que dejar fuera del comercio humano, y el cada vez más gravemente ignorado de que no todo lo que técnicamente puede hacerse, ha de hacerse, se ha producido una sinuosa devaluación y transformación de conceptos y valores hasta el punto de que ahora se considere lo más idóneo para el menor, no ya disponer de un padre y una madre que le acompañen en su formación y desarrollo, sino la alta capacidad económica y patrimonial de quien encarga la gestación, su homosexualidad, su «derecho» a perpetuarse o a superar la tristeza por la pérdida de un hijo.

Constituyendo este tema una de las graves cuestiones afectadas por imparables desarrollos técnicos, se abre un panorama de inquietante incertidumbre por la frivolidad con que abortamos cualquier asomo de debate riguroso, y lo fácilmente que abandonamos nuestra menguante capacidad argumentativa a favor de la muy contundente dialéctica de la Tomatina de Buñol.