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Cartas al director

Ya no tengo miedo

El miedo es una prolongación de los sentimientos del hombre. En su nombre hemos declarado guerras, hemos dejado pasar oportunidades, nos ha dado miedo votar a fuerzas políticas populistas para decidir quién es el menos malo para gobernarnos, y elegir a quien nos inspira menos temor.

Hoy el problema del miedo no es que preceda al dolor, sino que es prolongación de la nada. Que es la más cruel de las huidas, la más sincera de las traiciones. Por eso ya no tengo miedo. Cuántos meses o años nos hemos inoculado el virus de la sospecha. Miramos al otro con recelo, observamos al vecino desde la distancia y cronometramos sus paseos y hasta medimos la distancia que guarda con los otros. En esta hoguera de la seguridad nos estamos quemando, no solo nuestra libertad, sino el natural deseo de encontrarnos con el otro. Sin miedo. Hagamos caso a los políticos de verdad. Que no dicten decretos ni leyes que prohíban echar de menos y olvidarte de las personas queridas.

Yo era mucho mayor antes, ahora soy más joven que eso. ¿Es verdad eso? De la edad; ese camino recorrido y el que queda aún por andar. Me ha quitado el miedo, la edad no importa, esta poco valorada. De joven siempre quise ser mayor, más mayor de lo que era, pero dejé de pensar en eso hace mucho tiempo. Porque la edad es irrelevante. Lo único que cuenta es quién eres y lo que piensas y haces. Importa más el mañana que el ayer.

Del ayer lo que más ha cambiado es la noción de la verdad. Nadie se pone de acuerdo y la verdad es como una especie en vías de extinción. Sin la verdad desaparece el concepto del bien común. ¿Qué hacer, entonces? Fácil, ser optimista sobre el futuro del país y la sociedad sin miedo, porque solo el optimista puede cambiar el futuro. Los pesimistas se esconden tras su indiferencia en la idea de prosperidad y paz. Sin paz no hay verdad…