Cartas al director
Ninguneo a la institución escolar
Hoy en día los sentimientos están de moda y prevalecen sobre la inteligencia y la voluntad. Y es que es más fácil dejarse llevar por las apetencias que pararse a pensar si esa actitud es la correcta y esforzarse, yendo contra corriente, para hacer lo correcto cueste lo que cueste.
Llegó el calor y encima estamos padeciendo una sequía histórica. Una sequía que va más allá de la falta de agua, pues también afecta al sentido común y consigue nublar el entendimiento. Quizás por eso muchas familias permiten que sus hijos, en estas calurosas fechas, acudan al colegio como si fueran a pasar el día en la playa o en la piscina municipal, vestidos con tops, bañadores, chanclas, camisetas de tirantes o pantalonetas. Y así, aún sin saberlo, muestran a sus hijos la importancia que éstos le conceden a la institución escolar y a la labor que allí se lleva a cabo: un vil pasatiempo que hay que sobrellevar con la menor incomodidad posible.
Alguno dirá que la culpa es de sus hijos, que si fuera por ellos sí que irían vestidos conforme a la dignidad que la escuela merece. Y en esa queja paternal se refleja otra de las lacras que las familias sufren hoy en día: la falta de autoridad por culpa de una acedia que huye de cualquier confrontación o diálogo razonado. Son muchos los padres que prefieren ceder por no discutir y también por carecer de unos argumentos que sólo se dan en las familias que se preocupan por su formación continua.
Y claro, en esa dignificación de la institución escolar los maestros han de ir por delante. Flaco favor le hacen a la reputación que ha de tener el arte de educar, si ellos son los primeros que descuidan su vestimenta y acuden a su puesto de trabajo como si se fueran socorristas playeros. Quizá más de uno erró en su vocación profesional. ¿No creen?