Cartas al director
Charlamentarismo político
Recuerdo al gran Miguel de Unamuno cuando afirmó en su día con rotundidad: «La democracia es parlamentarismo político y no charlamentarismo tertuliano». Tenía entonces toda la razón, como la tendría ahora si se refiriese en los mismos términos a la situación política actual. Porque el charlamentarismo, lejos de desaparecer, se ha ido acrecentando con el paso del tiempo y sin que surja la menor autocrítica. Y todo esto es así quizás porque solo importa el debate en el que nada se debate realmente, pero en el que sí se persigue conseguir el poder o defender intereses propios. Ahora Sánchez pide seis sólo con Feijoó, cuando anteriormente en otros procesos electorales se negaba a ello, pidiendo otros participantes. Creo que la política es quizás la única profesión para la que no se considera necesaria ninguna preparación, no hay más que algunos parlamentarios o hasta ministros. Y el grandísimo humorista Groucho Marx fue aún más lejos: «La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados». Algo que ocurre con frecuencia, como se puede deducir de algunos debates estrafalarios a los que asistimos y en los que solo se busca una victoria dialéctica que se pueda traducir en un mayor respaldo electoral. La democracia –es decir, el parlamentarismo político– ofrece la oportunidad de una nobleza funcional que debiera ser muy cuidada en todo momento por los gobernantes. Porque tanto ellos como los que aspiran a sustituirlos deben confrontar sus programas y afrontar unas elecciones que sean una expresión clara de la voluntad popular. Alguien dijo que la política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos.