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Cartas al director

Mi ideología

Estoy buscando un pintor, que me pinte «mi ideología». De un color de la tierra castellana, que no esté ya ocupado por ningún partido político. Ni siquiera de un partido de pelotas. Para que nadie se confunda conmigo.

Envejecer es como escalar una gran montaña, mientras se sube las fuerzas disminuyen, pero la mirada es más libre, la vista más amplia, y serena la felicidad.

La felicidad es algo que decides con el tiempo. No depende de cómo vivas, sino de cómo arregles tu mente. Yo decido lo que me gusta y lo que no, es una decisión que hago cada mañana, cuando amanece.

Tengo la elección de pasar el día repasando la dificultad que tengo con las partes de mi cuerpo que no funcionan bien, o estar agradecido por las partes que sí funcionan.

Cada día es un regalo, y mientras pueda ver, me enfocaré con los recuerdos felices que he almacenado en mi vida. La felicidad es como una hucha que retiras de ella, lo que has depositado.

Por eso yo retiro cada día una parte de felicidad de la hucha de mi memoria. Sin ninguna ideología. Tengo momentos que no sé quien soy ni de dónde vengo. Mi pensamiento siempre tiene raíces, contextos, lugares, tiempos, toda idea forma parte de una cadena de acontecimientos que están conectados a través de una lógica invisible. No es posible entender el pensamiento sin los vínculos de tus raíces donde aprendes el lenguaje de tu idioma, que es la «casa del ser» y en su morada «habita el hombre». No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta de la conexión entre esa casa del ser y sus raíces.

Pienso en muchas ocasiones en el lugar en el que se expresa mi ser, lejos de mi vida campesina, y en la profundidad de la ciudad donde me aislé en mis tiempos más oscuros. Siempre recuerdo varias reglas para ser feliz. Desecho de mi corazón el odio, libro mi mente de ideologías torcidas. Y doy más, para esperar menos. Y así soy mucho más feliz…