Cartas al director
Pijos o cayetanos
España se ha convertido en el patio de un colegio, en el que los niños berrean unos contra los otros por poder jugar al balón, nunca son capaces de ponerse de acuerdo, y tiene que llegar el profesor a poner orden.
Un distinguido periodista aragonés, en el ejercicio de su profesión el pasado año decidió escribir un artículo en el que manifestaba públicamente su odio, rechazo y desprecio hacia los «cayetanos», un nuevo concepto que ha surgido en la sociedad, con el que los jóvenes tratan de diferenciar entre los que visten en náuticos y los que van en chándal.
El periodista propina una retahíla de insultos explícitos y de comentarios despectivos hacia estos «cayetanos», olvidando que el ejercicio de la libertad de expresión tiene un límite, la dignidad humana.
El problema que esto supone no lo tiene el periodista, sino el tribunal de educación del País Vasco que, simulando inocencia, tiene la poca vergüenza de plantar este artículo en un examen de selectividad, para que todos los jóvenes lo lean y tomen conciencia de quién es el enemigo real.
Es bochornoso que en este país se opte por promover el odio estructural entre la ciudadanía para atacar a la oposición. La juventud es el nuevo campo de batalla de los políticos, y sus programas sufren bofetadas en la cara de los jóvenes, más divididos, clasificados y encorsetados que nunca.
Ellos se han encargado con artículos como este de introducirnos en un juego sucio, promoviendo en nuestra conciencia unos esquemas que nos obligan a percibir al que piensa diferente, viste diferente o habla diferente como un enemigo.
El responsable de esta patraña de examen debería replantearse qué país quiere dejar a su descendencia, España o el odio.