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Cartas al director

Revilla y el laberinto de las anchoas

Como si de una novela de Eduardo Mendoza se tratase, el espectáculo que Miguel Ángel Revilla está dando tras la derrota electoral el pasado 28-M no tiene parangón alguno: quien constantemente se prodigaba por todo tipo de medios de comunicación como modelo de político y gestor, resulta que ahora se encuentra al canto de un duro de afirmar aquello de «vendo consejos que para mí no tengo». Y es que no solo le bastó con callar de malas formas a un militante que espontáneamente elogió con aplausos el «mea culpa» que entonó la noche del batacazo tras tantos años en el poder, mostrando así una imagen no tan dulcificada del político regional, sino que tras ofrecer la abstención para que gobierne la lista más votada –en un claro intento de salvar los muebles del PRC de cara a las generales–, la condición «sine qua non» para que dicho acuerdo se consuma pasa por no investigar la gestión de su partido en un puñado de ayuntamientos: a todas luces, un patinazo que evidencia la oscura gestión del PRC en algunas casas consistoriales, de la que se sabe conocedor y que parece haberlo metido en un laberinto –el de las anchoas, por aquello de ser embajador oficioso del producto– digno, como decía, de la más rocambolesca historia de Mendoza protagonizada por aquel loco detective sin nombre.