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Cartas al director

Sembradores de ilusión

La vida es un viaje muy corto de sembrar el bien o el mal, y cosechar los resultados de lo que hemos sembrado. (Pablo de Tarso. Epístola a los Gálatas 6:7-8).

Vanidad de vanidades, todo es vanidad. (Eclesiastés).

Frente a la vanidad del vanidoso, está la modestia del humilde. Frente al que se vanagloria y se jacta por su soberbia, está la humildad del decente por su cualidad de tierno y cariñoso. Las personas humildes y carentes de vanidad son honestas transmitiendo alegría, felicidad, ilusión y compromiso. Las personas vanidosas son engreídas, altivas, impulsivas, suntuosas e irascibles.

He ahí la ancestral dicotomía del comportamiento humano, actuando, unas veces, con cordura, y en otras ocasiones, con locura. Esa contradictoria actuación humana en su cualidad y calidad, frente a su defecto y su calaña.

La esencia del ser humano se sustenta en el triunfo de la razón del lógico destino, frente a la irracionalidad de quien vaga confuso y atolondrado por ese mundo de la sinrazón. Ahí radica la cordura de los que hacen y practican el bien, frente a la locura de quienes hacen el mal y se recochinean por ello.

Los auténticos sembradores de ilusión son los que se comportan con cordura, esa dignidad del ser humano que enarbola la bandera de la libertad frente a la arrogancia, la presunción y el envanecimiento de la mala condición humana que se cree superior a los demás, y se jacta y vanagloria frente a otros.

Lo que ha ocurrido en Extremadura con la desunión del centro-derecha, esa endémica maldad entre adversarios cainitas, demuestra la irracional actuación del ser humano, incapaces, entre hermanos, de llegar a un acuerdo coherente, lógico y con sentido común. Si no han sido capaces de dialogar llegando a acuerdos entre ellos, ¿cómo van a ser capaces de gobernar para todo el pueblo extremeño?

Dejemos la locura política nacional, y centrémonos en la cordura política nacional, porque, visto lo visto, no sólo en Extremadura, sino a nivel nacional con tantos partidos políticos atacándose los unos a los otros, donde las maldades de los adversarios, las maldades de los enemigos y las maldades cainitas, después de la transición democrática, siguen erre que erre, lo mejor para la democracia española es modificar la ley electoral para segundas vueltas.