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Cartas al director

Rusia

Sir Winston Churchill definió a Rusia como «un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma», la visión más acertada de la nación euro-asiática. A día de hoy, los acontecimientos que allí han y están teniendo lugar hacen que la percepción de Occidente acerca de esa gran nación apenas haya variado. Adquirí hace años una matrioshka y al contemplarla me convenzo de que muestra a la perfección qué es Rusia: la primera muñeca, la más grande, digamos que representa a Vladímir Putin; la segunda, más pequeña, me recuerda a Yevgueni Prigozhin dueño del Grupo Wagner. La tercera, menor que la segunda, al líder checheno Ramzán Kadírov. La cuarta, más menuda, la identifico con el ministro de defensa Sergéi Shoigu y así sucesivamente hasta un total de siete muñecas todas idénticas salvo en el tamaño. Rusia es una nación variopinta y abigarrada que conforma lo que denominamos el alma rusa: un laberinto inextricable. ¿Cuál de las muñecas actúa como un Rasputín embaucando al presidente? ¿Derrocarán a Vladímir? ¿Hay entre ellas un Kérensky que será derrotado por algún Lenin? ¿Un Gorvachov? ¿O acaso «es preciso que todo cambie para que todo siga igual»?, cita inmortal que leemos en El Gatopardo. ¿Y si resulta que más vale malo conocido...? Los rusos son grandes maestros al ajedrez y la partida será larga entre vodka y vodka.