Cartas al director
Un gran teatro en el mundo
No deja de ser paradójico que los dos principales líderes políticos en España persigan el debate en el Senado, y luego resulta que lo eluden en los platós. Creo que el nexo a ambos escenarios es que ni desde el escaño ni en la elusión comunican en realidad nada. Tan solo emiten sendos discursos que se tienen aprendidos de memorieta. Bajo una apariencia de formalismo y solemnidad, la comunicación política en la Cámara Alta queda minimizada a recíprocos reproches e improperios sin sentido. No solo no debaten en realidad, ni tampoco nos aclaran absolutamente nada. Es que, además, y a mí me da que es lo peor, se cargan de un plumazo los puentes de comunicación política, siempre del todo necesarios, más si cabe en los momentos de dificultad. Con sus ridículos e hirientes sarcasmos solo contribuyen a odiarse recíprocamente; a tensionar el debate político; a enfurecerse y del mismo modo enfurecer entre sí a los ciudadanos. A caldear el ambiente. No solo no dicen nada sensato, sino que dinamitan el diálogo y la posibilidad de concertación presente y futura. Luego llega la hora del debate electoral, y siguen sin decirse nada. Incluso rechazan verse las caras. Sí comparecen en los estudios, pero lo hacen en soledad. Cada cual vierte su propio mensaje en soledad. El caso es no comunicar; omitirse; ni siquiera reñir, en el sentido honesto y hermoso con el que lo hacen los aragoneses. Son unos cobardes de la interlocución. Unos apocaos y unos caguetas para medirse vis a vis. Unos acomplejaos. Tipos que hablan mucho y apenas si transmiten nada. Fulanos paradójicos que persiguen al ciudadano, y lo ignoran a su vez. Un gran teatro en el mundo, del que son sus principales intérpretes.