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Cartas al director

El baile de los perdedores

Muchos españoles fuimos testigos del espectáculo que se montó en la puerta del PSOE en Madrid, donde, subidos en un andamio, todos, en un estado de éxtasis emocional, aplaudían. Pedro Sánchez hablaba para los suyos creyéndose el ganador, carente, a su vez, de humildad para felicitar al verdadero ganador, y ella, la ministra que tantos impuestos nos ha cobrado y tanto ha empobrecido el bolsillo españoles y autónomos, enloquecida e histérica, danzaba y aplaudía con esas manos que parecían espantar a las palomillas que los focos luminosos atraen. Y los congregados en el asfalto gritaban y gritaban sin cesar creyéndose los ganadores, a sabiendas que su líder, por tal de no perder su poder, pactaría hasta con el diablo. He ahí el pueblo sumiso que baila al son de las prebendas y migajas que se les arrojan para seguir contemplando el circo de la ignominia.

Ante tal espectáculo y los muchos que, a posteriori, se celebraron, les aconsejo que, por analogía, vean la película Danzad, danzad, malditos. Una película del año 1969, del director Sydney Pollack, con Jane Fonda, Michael Sarrazin, Gig Young y otros. Una película que viene como anillo al dedo a este proceso electoral que, por capricho, y por orden y mando de Pedro Sánchez, todos los españoles tuvimos que soportar, bailando a su ritmo y conveniencia, y cuyos resultados fueron los que son, pues eso, lo que nos merecemos.

El pueblo ha bailado al son de la música que les impusieron, bien desde el poder con sus armas mediáticas, bien desde los grupos Frankestonianos. Todos, como se pudo comprobar, en contra del PP y de Vox, engañando, adoctrinando y manipulando al pueblo con sus propagandas nazistas sobre el mal de las derechas. Partidos políticos que, como espectadores, contemplaron morbosamente, desde sus gradas, las actitudes y aptitudes del pueblo con sus necesidades. Pueblo humillado ante esa casta política de la progresía bailando al son de sus leyes ideológicas partidistas y de oscuro beneficio, al perderse la razón, los referentes, el sentido común y los asideros éticos y morales a los que agarrarse.

Unas elecciones en las que la euforia del baile de los perdedores provocará resultados angustiosos de cara a la unidad nacional, al bienestar común y colectivo, a la igualdad de todos, y a la libertad para todos.