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Cartas al director

¿Camino a la abstención?

Sería una pena que algunos españoles, quizá muchos, a la vista de lo que parece avecinarse optaran por abstenerse en unas próximas elecciones, es decir, prefirieran renunciar a algo a lo que tienen derecho, y ello por la mala gestión de unos políticos.

Abstención que resultaría lógica para algunos votantes, que se preguntarán para qué votar, de qué ha valido el esfuerzo empleado en hacer cola ante Correos, o el desplazamiento desde el lugar de vacaciones para depositar las papeletas y regresar a continuación, si después los políticos reinterpretan los resultados.

Se insiste desde algunos medios en que el gobierno es de quien consigue más apoyos, independientemente de quien haya ganado en las elecciones. Esto es cierto, ya lo sabemos desde 1978, lo que ocurre es que hasta ahora al partido ganador le resultaba más fácil obtener los apoyos para formar gobierno. Hoy no es tan fácil, máxime si se parte de determinadas premisas, como el pacto de Tinell.

El fondo de la cuestión, que se suele obviar por esos medios, es el coste, el precio que se paga por la obtención de esos apoyos, quizá empeñando el futuro de nuestro país, por no citar la falta de información a los españoles sobre los pactos. Sin contar con el daño al sistema democrático si el gobierno resultante es el formado por la suma de minorías en lugar de serlo por la mayoría.

En consecuencia, no resultaría extraño que, de no corregirse ese efecto de reinterpretación, una buena parte de desencantados votantes se abstuvieran en las siguientes elecciones, con perjuicio a la legitimidad del resultado.

Ante la presente situación puede ser oportuna la revisión futura de la ley electoral, considerando a España como una única circunscripción electoral respecto a las elecciones generales, de ese modo se evitarían dos disfunciones; por una parte, la sobrerrepresentación de algunas pequeñas provincias, en las que el escaño es más «barato» de conseguir (distinto valor de un voto); y por otro lado la pérdida de votos de un partido al estar repartidos en varias provincias, y que sumados todos le darían escaño (pérdida de representación). Y una tercera que no es menor, los partidos independentistas tendrían el peso que realmente les correspondiera en el conjunto. Recordemos que, para una representación territorial, además de su papel como cámara de «enfriamiento», ya tenemos al Senado.

Por todo lo anterior resulta ahora más interesante, incluso necesario, un debate televisado entre los dos líderes, Feijóo y Sánchez, para conocer directamente sus planes, en directo, ante el pueblo que los ha votado, sin pactos ocultos.