Cartas al director
Imaginemos una sociedad
Imaginemos una sociedad donde personas de todas las nacionalidades del mundo conviviesen en paz. Una sociedad, donde ciudadanos orgullosos portasen sus banderas sin que eso supusiese una disputa con el de al lado, donde se ofreciesen abrazos gratis entre desconocidos, o donde fuese posible cantar de alegría con un grupo de personas de cultura y raza diferentes. Imaginaos por un momento que pudiésemos ser felices amando y dándonos a los demás, y que encontrásemos paz en ayudar a quien tenemos al lado. Imaginaos también que todas estas cosas pudiesen ocurrir en un mismo lugar abarrotado de personas y no ocurriese ni un solo incidente, ya que se dedica el tiempo a hablar de perdonar, y de tratar al prójimo como a uno mismo. Imaginaos que todo esto fuese real…
Pues bien, esto mismo ha ocurrido durante la JMJ de Lisboa esta última semana.
En una sociedad empeñada en dividir según etiquetas, ideologías, razas o fobias, un señor de 86 años ha congregado a un millón y medio de personas de todos los países del mundo bajo una única etiqueta; «todos somos hijos amados por Dios». ¿Suena revolucionario, verdad? Leed de nuevo el primer párrafo y ahí encontrarán los frutos de este mensaje tan revolucionario.