Cartas al director
Vacaciones en mi biblioteca
Me entero hace unos días que quedarse en casa, no por problemas económicos, sino por puro placer, en el periodo vacacional se dice ahora: «Staycaciones»
Llevo más de veinte años practicando la «staycacion» para asombro y sorpresa de muchos. Afortunadamente puedo permitirme unas bonitas y agradables vacaciones en casi cualquier lugar del mundo, por ahora no tengo problemas económicos. Pero lo que yo entiendo por vacaciones dista mucho de la obligación de viajar o salir «huyendo» de casa.
El mejor destino es: mi biblioteca. Me enorgullece compartir este gusto con mentes tan bien amuebladas como la del señor Albiac.
La tengo a dos pasos del dormitorio y del salón y un poco más alejada de la nevera.
Ningún día es igual a otro, ni siquiera durante un día puedo hablar de, o sentir aburrimiento.
Las siestas con el señor Proust, dialogar con Dostoievski, echar unas risas con Eduardo Mendoza o dejarse llevar por el señor Pla. Escuchar, como se escuchaba al abuelo, los Episodios Nacionales de Galdós, y las sobremesas interminables con Chesterton y las cenas ligeras y divertidas con el pequeño de los Durrell… y así lleno mis días y mis noches.
Mi biblioteca, sin ser gran cosa, resulta inabarcable, lo que me produce un gran placer.
Dicen que «el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho». No lo niego. Y admito que me puede faltar la mitad (nadie es perfecto) pero pongo en duda que el mucho viajar equivalga a saber más. Si fuera así, con los millones de viajeros del mundo, nuestra civilización sería brillante. Y no lo es.
La única diferencia que noto al reencontrarme con compañeros, es que ellos lamentan que sus vacaciones hayan terminado y todo se haya quedado en «unos días en tal o cual lugar». Yo puedo decir que mis vacaciones forman parte de mí.