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Cartas al director

¿Totalitarismos, nacionalismos?

Se está dando rienda suelta a los nefastos totalitarismos nacionalistas cuya diversa y extensa problemática tantos quebraderos de cabeza suscitan a nivel nacional e internacional y, sobre todo, en el ciudadano cuya recta nobleza se ve sorprendida por estos avatares, a veces de tal gravedad, que ha tenido que exiliarse de su suelo patrio ante los bárbaros sentimientos de hostilidad, menosprecio y desconfianza de los nacionalistas cargados de odio e incluso de sentimientos racistas. Y no hablemos de los perjuicios económicos y sociales que ello representa. Se alimenta así el desconocimiento profundo del respeto por toda la humanidad.

«Para establecer un auténtico orden económico universal hay que acabar con las pretensiones de lucro excesivo, las ambiciones nacionalistas, el afán de dominación político, los cálculos de carácter militarista y las maquinaciones para difundir e imponer las ideologías». Era una recomendación del último Concilio. Cada expresión parece como una bofetada a determinada porción de la sociedad. Y es que no es posible negar la nefasta y perniciosa ambición que se oculta tras estos peculiares sectores especulativos. Sí, efectivamente, los nacionalismos arrastran más lastre que beneficios. Son, por tanto, obstáculos que hay que remontar en aras de la paz y de la concordia. Otra cosa es potenciar una cultura característica propia de esa zona o región para conservar y desarrollar un legado patrimonial o conjunto tradicional, pero el nacionalismo en sí aísla los pueblos en contra de lo que es su verdadero bien.