Cartas al director
Las voces del desierto
Transformarse partiendo de una «convivencia» con los orígenes propios y con los de todos aquellos que conformaron sociedades de convivencia humana natural.
Desterrarse voluntariamente y a la sombra de las dunas llenas de vida silenciosa, convivir con uno mismo y conocer la convivencia de aquellos antepasados que nos dejaron como herencia la libertad voluntariamente aceptada y comprometida.
Hoy, desterrarse para escuchar las «voces del desierto», las «voces de nuestros orígenes» es la única medicina capaz de volcar las voluntades vendidas o subastadas forma trilera.
Nuestro Congreso de Diputados, conformado por voluntades mudas e inertes, agazapadas a la espera de recibir ordenes «de obligado cumplimiento», debería despertar y en el infinito horizonte del desierto «escuchar las voces interiores» y escapar de la ceguera que sólo les conduce al automatismo sin voluntad propia.
Gracias a personas de reconocida formación socio-política, nos van llegando los gritos, ya no tan silenciosos, de aquellos que se sintiéndose traicionados han escuchado las «voces del desierto» y han oído y escuchado sus orígenes traicionados.
Otras personas, sin embargo, nos siguen predicando en el púlpito de ciertas Presidencias Comunales la «no conformidad» ante los traidores, pero ahí se paran; no escuchan a su propia voluntad y, bajo el paño de la «comprensión», se convierten en los falsos, caritativos predicadores, asegurados sobre el púlpito del poder. (léase, señor García-Page)
Gracias a todos aquellos que, adelantándose al pueblo llano, gritan en el desierto, esperando que «sus voces» se oigan en todos los rincones de la sociedad, sobre todo en ciertos recintos «sagrados para la Democracia», como el Congreso y en el Senado.