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Cartas al director

Impostura desde el escaño

Vivimos en un país hermoso y al que la mayoría amamos. Al que a buen seguro, le irían las cosas tremendamente mejor si nuestros políticos, unos y otros, se decidiesen alternadamente a arrimar el hombro por España, con realidad y sentido de Estado, y no a desangrarse entre sí y de paso a los españoles. Enrarecen el clima de convivencia; enredan y perturban. De esa disfunción salimos perjudicados los españoles. Fíjense ahora: un partido acaba de perder la sesión de investidura, y se exhibe tremendamente feliz. Toda una contradicción a la batalla que ya prepara. El que la va a ganar nos va a brindar por su parte una legislatura precaria e incierta, en la que el achique de agua será la nota dominante. Parte de la precariedad nos viene dada por aspectos que nos son ajenos. Es el caso del cambio climático o de la inmigración. Pero el mayor porcentaje de fragilidad sobreviene de la deplorable gestión que se hace desde el poder, y de quien instalado en el cuanto peor, mejor, no ayuda por dedicarse más bien a torpedear lo torpedeable. Ningún respeto por nada ni nadie. España se duele de su impostura, Señorías.