Cartas al director
Tener principios, pero no demasiados
Una leyenda urbana asoció a Groucho Marx aquella frase que decía: «Estos son mis principios, y si no le gustan, tengo otros». Sin embargo, la verdad histórica revela que esta cita se originó en un periódico de Nueva Zelanda en 1873, en una forma ligeramente diferente: «Éstos son mis principios, pero si no les gustan, yo los cambio». Partiendo de esta frase (tanto monta, monta tanto, Isabel como Fernando) podemos decir que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), está haciendo un uso perfecto de esta.
No podría ser de otra manera, cuando nuestra queridísima Meritxell Batet se negó a cambiar el voto de un miembro del Partido Popular (PP) alegando este un fallo informático, un voto que les permitía aprobar o no la reforma laboral. Sin embargo, un giro de los acontecimientos sorprendente y bastante lamentable, permitió cambiar el voto de Herminio Rufino Sancho, así fue como Isaura Leal (diputada por el Partido Socialista y secretaria segunda del Congreso de los Diputados, no se nos olvide) dio pie a esa corrección con su pregunta de: «No... ¿perdón?» y alegando que había sido un error propio en la pronunciación del apellido, permitió dicho cambio en la votación.
La ironía de esta situación no podría ser más clara. Mientras el PSOE defiende una retórica de igualdad y justicia, su actuación en casos como este deja al descubierto un doble rasero que socava la confianza en su compromiso con esos principios. La negativa a corregir un voto por motivos técnicos, en un caso, y la disposición a cambiar un voto debido a un error de pronunciación en otro, resaltan la selectividad a la hora de aplicar los principios que tanto presumen tener.
En una democracia, la coherencia y la imparcialidad son fundamentales para mantener la integridad del proceso político. Cuando se permite que el doble rasero influya en las decisiones de nuestros representantes, se mina la confianza pública en el sistema y se debilita la credibilidad de quienes están en el poder, aunque de esta, ya les quedaba poco.
Así que, como ciudadanos, tenemos el deber de mantener un ojo crítico frente a la mala praxis de los políticos, y exigir que se ajusten a los mismos estándares que promueven. Debemos recuperar la coherencia y la honestidad en la política, si es que alguna vez la hubo.