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Cartas al director

Malos augurios

¿Por qué no subió a la tribuna de oradores el presidente en funciones Sánchez para responder con la debida cortesía parlamentaria al candidato de investidura Feijóo? ¿Fue por petulante altanería política, por necia cobardía a ser laminado de nuevo en un cara a cara, por manifestar vulgar humillación y ultraje al adversario, por presuntuoso menosprecio personal? Todo ello es plausible. Sin embargo, cabe otra razón de fondo más preocupante: la muestra pública de un desprecio radical al grupo definido como «el bloque de derechas» en cuanto categoría social. Entonces sorprende menos que se eligiese dar una respuesta altiva, tosca y desdeñosa encomendada a un chabacano zafio, pues en realidad se trataba de elevar conscientemente la grosería a signo de fortaleza. ¿Para qué? Para remarcar un desnivel artificial entre las supuestas «prole progresista» y «grey burguesa». De esta manera se va consiguiendo hacer insalvables las diferencias de mentalidad entre unos y otros, fomentar su incomprensión mutua y acrecentar el aborrecimiento respectivo. Nada que no ocurriera ya a finales de nuestro siglo XIX, durante la época de la Restauración borbónica, para alimentar la lucha de clases con las nefastas consecuencias conocidas. Es lo que toca, con sangre fría, no volver a repetir hoy.