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Cartas al director

¿Vale la pena?

Seguimos en un contexto de negociación de Pedro Sánchez con las distintas fuerzas políticas para conformar o revalidar un Gobierno para esta legislatura. Si bien hoy en día solo cuenta con el apoyo oficial de EH Bildu, no es menos cierto que cuentan incondicionalmente con Sumar y, en menor medida, con los nacionalistas de ERC y PNV, los cuales cobrarán un alto precio por sus escaños. Junts está en el aire a la espera de que el fugado Carles Puigdemont se pueda sentir satisfecho con los beneficios de un posible acuerdo y si los miembros del Consell de la República, institución representante de su Estado ficticio, no se interponen entre él y sus objetivos personales. Para seguir en el poder el PSOE debe renunciar a buena parte de su discurso político –o cambiar de opinión–, así como a sus valores, ya que no creo que la desigualdad entre ciudadanía y clase política sea defendida por los socialdemócratas o, por lo menos, no por sus bases.

El Ejecutivo que pueda llegar a conformarse va a ser extremadamente débil, siendo necesario el apoyo permanente de las fuerzas políticas que lo sustenten, fuerzas antagónicas unas con otras –Junts con ERC, PNV con EH Bildu–, con elecciones en Euskadi y en Cataluña en el horizonte. A ello debemos añadir que Sumar es una amalgama de partidos, de ámbito nacional y autonómicos, con intereses muy diversos, que podrían desestabilizar no solo a la plataforma de Yolanda Díaz, sino al Gobierno de España; la pugna entre Podemos y el resto del espacio político es público y notorio, y en la actualidad lo único que les mantiene unido es la irrelevancia política de ir por separados. El PSOE también está teniendo problemas internos con su «vieja guardia» y algunos líderes socialistas por la posible Ley de Amnistía, que llevará sin duda a la pérdida de peso político de este partido fuera de las comunidades autónomas consideradas «nacionalidades históricas».

La inoperancia de un «Ejecutivo Frankenstein» y la pérdida de apoyos en el conjunto de España seguro que será sopesado por el presidente del Gobierno de España en funciones, aunque a mi parecer primará la soberbia y ambición a la lógica política. En definitiva, un país en el que la iniciativa parlamentaria será un suplicio y la igualdad ante la ley habrá desaparecido.