Cartas al director
Los santos y los demonios
Nunca he entendido por que una calabaza da susto. A mí me da mucho más susto y hasta miedo, la ficha policial de Otegi con esa serenidad de asesino sonriente. Es como el perro que tiene dinero y se le llama «señor perro», al que infunde miedo y terror hay que llamarle «señor don perro».
Todas las calabazas unidas del mundo no valen lo que una mirada del jefe del terror. Otegi da más miedo que el bochorno de esa maldición de Halloween, esa fiesta en la que la sangre impostora corre por la boca a la segunda botella de plástico y se divisan los vampiros volando.
Esta fiesta yanqui de fantasmas me tiene preocupado, aunque no soy nada supersticioso, siempre salgo de la cama con el pie derecho por delante, nunca piso suelo rojo, por si acaso. Yo no creo en las brujas, ni en el horóscopo, y menos aún en los caprichos del demonio.
Pero están pasando cosas que suenan a trompeta del diablo con los fantasmas del momento. ¡Cuidado que viene el coco! La amenaza de un nuevo virus gubernamental incumpliendo la Constitución y sus leyes. Ya han llegado. ¡Y que nos den más sustos las calabazas importadas! Qué vergüenza. No será mejor limpiar las tumbas. Hasta ahora lo que más miedo me ha dado en mi larga vida, han sido las bombas del 11-M y sus muertos, aquello me dejo paralizada la conciencia.
Y miedo me ha dado un andrajoso muerto de hambre, con mono de yonqui que me sacó una jeringuilla en una calle sin luz, y miedo me da el frío, el hambre y la oscuridad que nos espera con un gobierno Frankenstein.
Halloween me ha parecido siempre una idiotez importada para meter miedo con disfraces de plástico zombi. Como si necesitáramos algo más para tener más miedo, del que tenemos…