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Cartas al director

Una guerra sin final

La voluntad de vencer es un elemento sustancial de un pueblo en armas, pero no lo es todo si carece de superioridad tecnológica y armamentística. No es un elemento determinante para vencer la invasión. Aún la limitación exhibida por el ejército ruso, el anhelo ucraniano se viene estrellando una y otra vez desde hace ya un año. Timorata de provocar una escalada que conlleve del uso de la fuerza nuclear, la ayuda militar occidental ha sido del todo insuficiente. Idónea para defenderse, pero del todo escasa para ganar la guerra. Rácana incluso en su exigüidad y obsolescencia. Ahora lo dice así, con tal franqueza, el general Valeri Zaluzhni, el hombre más querido de Ucrania, si se tiene en cuenta que Zelenski fue popular en el comienzo de la guerra, cuando logró atraer la ayuda occidental. Ahora en cambio, es valorado por la mayoría como el populista que es. Solo la contribución europea a la paz en la postguerra podría salvarle la cara a Ucrania y justificar algún muy inviable tipo de acuerdo con Rusia. Una fórmula política que eludiría el ingreso militar en la OTAN, que sería como volver a la casilla de salida en la guerra. La reconstrucción con ayuda europea pondrá a prueba al régimen, ya en la paz. Aflorará entonces la desbordada corrupción ucraniana, en un régimen hipernacionalista que dejará previsiblemente fuera a quienes no han sido el núcleo de la guerra. Y si no se alcanza algún tipo de acuerdo con Putin, la reconstrucción arrancará no obstante, en el marco de una guerra de posiciones y de desgaste que, aunque no lo parezca, no tendrá final.