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Cartas al director

Felicitación navideña

Me gustaría reflexionar en voz alta. El camino de la vida de vez en cuando te obliga a volver la vista atrás para cerciorarte de que ya has recorrido un trecho del mismo. Y entonces te ves, me veo muy lejos… de niña, mirada abierta, franca, feliz, sorprendida ante un mundo nuevo por descubrir. Alguien muy sabio lo dijo: qué tesoro maravilloso esconde la infancia, guárdalo pues no la retendrás, y tanto es así que a muchos, reconocedlo, nos hubiera encantado quedarnos a vivir en ella, en el nido de la infancia, protegidos de las duras inclemencias de la edad por el abrazo de la bondad y la inocencia. La infancia está cargada de eso, de bondad y de inocencia. Quién no se acuerda de la Navidad de aquellos tiernos años… Permitidme, queridos lectores, que os cuente con melancólica nostalgia que aquella de entonces era especial para mí, extraordinaria en todos los sentidos: los ojos de la niñez no me permitían ver otro color que no fuese el del candor, nada estropeaba la dulzura de los momentos vividos y el mundo era tan cálido… Quizás ahora, un poco mayorcitos y descreídos, cuando ya nos hemos caído unas cuantas veces y otras tantas nos hemos levantado maltrechos, no somos capaces de vivir la Navidad con la misma intensidad y pureza. Pero aún me resta esperanza para decir que podemos hacer algo y sentirnos diferentes, imbuidos de eso que llaman espíritu navideño. Imaginemos que al llegar a este mundo cada uno venimos con un libro en las manos, un libro cerrado. Somos libres, libres para abrirlo y escribir nuestras propias líneas o no escribir nada y dejar las páginas en blanco, sin que quede huella alguna del efímero paso por el mundo terrenal. Si hacemos esto, leeremos los libros de otros, pero nadie leerá el nuestro. Qué lástima, ¿no? Ahora bien, si creemos que merece la pena esforzarse, por ejemplo, para hacer bien las cosas, desde las más insignificantes hasta las más grandes aspiraciones, para que, en definitiva, en lo que de nosotros depende esta sociedad sea mejor, ya habremos abierto el libro. Alguna idea de cómo seguir el relato esta Navidad: por qué no aprovechamos el ocio y los encuentros navideños y procuramos que las personas que nos rodean se sientan bien, alivien sus preocupaciones, familiares, amigos, vecinos… Si observamos nuestro entorno, encontraremos sobrados motivos para dar de nosotros y no me refiero a lo material. Cuánto superfluo nos sobra y de cuánto necesario carecemos (respeto, voluntad, esfuerzo, compasión, humildad, confianza…) ¿No? A mí me sucede.

Esta es nuestra tribu, nuestra sociedad del siglo XXI, nuestro mundo globalizado y debemos mejorarlo, es responsabilidad de todos. Que estas no hayan sido palabras huecas y calen nuestra alma como si fuese rocío, con delicadeza, ese es mi mayor deseo esta Navidad. Comencemos a escribir. Feliz Navidad.