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Cartas al director

Hacia el aniversario de Benedicto XVI

«En esta hora tardía de mi vida miro hacia atrás, hacia las décadas que he vivido, veo en primer lugar cuántas razones tengo para dar gracias. Ante todo, doy gracias a Dios mismo, dador de todo bien, que me ha dado la vida y me ha guiado en diversos momentos de confusión; siempre me ha levantado cuando empezaba a resbalar y siempre me ha devuelto la luz de su semblante. En retrospectiva, veo y comprendo que incluso los tramos oscuros y agotadores de este camino fueron para mi salvación y que fue en ellos donde Él me guió bien».

Palabras serenas que, aunque escritas en 2006, pudieron haberlo sido en 2022 en vísperas de su fallecimiento el 31 de diciembre y recogidas en su libro póstumo recopilatorio de sus escritos, pequeños escritos, en el Monasterio Mater Ecclesiae. Porque en este lugar apartado él prefirió fundamentalmente rezar y aguardar la eterna llamada de Dios.

Atrás quedaban sus largos años dedicados a la enseñanza y sobre todo sus largos años de servicio directo a la Iglesia Católica como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, presidente de la Pontificia Comisión Bíblica y de la Comisión Teológica Internacional, para culminar como Sumo Pontífice hasta el 28 de febrero de 2013. No tuvo miedo de construir su vida en la Iglesia y con la Iglesia.

Unos meses antes de su muerte reflexionaba: «Cuanto más viejo me vuelvo, más clara me resulta la figura de mi santo patrón. De él no se nos ha transmitido palabra alguna, sino su capacidad de escuchar y actuar. Cada vez comprendo mejor que es su propio silencio el que nos habla y, más allá del conocimiento científico, quiere guiarme hacia la sabiduría».