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Cartas al director

La Constitución y sus defectos

En la década de los setenta del siglo pasado, se implantó un régimen democrático en España. Que se basa en la igualdad, la libertad y la justicia. Un sistema de gobierno que es el menos malo posible. Se redactó una nueva Constitución, modélica no solo para España, sino para Europa. Con un sistema de autonomías flexibles y ajustadas a las tradiciones y necesidades de sus ciudadanos más cercanas y directas. Hasta ahí parecía un acierto. Se esperaba una vuelta a aquella unidad diversa de todos los españoles, esencial para el entendimiento y la concordia. Algo que me pareció fundamental para España. Pero nunca pensé que podía estar más equivocado. Por sus fallos.

La autonomía, en ciertas regiones del país, se ha convertido en un monstruo con dioses hinchables que aplastan todo lo que les viene en gana, se inflan y se desinflan dependiendo de quién les abra la válvula de los derechos, la igualdad, la justicia y la responsabilidad cívica. Y sobre todo la del bolsillo.

Todo esto es la consecuencia de los defectos de la Constitución, que se redactó con las presiones de nacionalistas y separatistas, concediendo un poder excesivo a partidos regionalistas minoritarios que se permiten someter y dominar a los partidos mayoritarios. Que quitan y ponen al Gobierno de la nación. Hoy por desgracia lo estamos viendo.

Unos baroncitos de partidos con pocos votos, y alguno huido de la justicia dictan al resto del país la composición del Gobierno y las medidas que se deben tomar por decreto, para separar y dividir a la sociedad, eliminando el Estado de derecho y la separación de poderes. Las leyes de la Constitución que les dio esos privilegios ya no les sirven. Y la Constitución entera tampoco. La vulneran cuando quieren y los que se lo consienten también. La amnistía se ha convertido en un vicio respondiendo a la extorsión y el chantaje. Por los defectos de la Constitución que lo permite. Los que esperábamos el triunfo de la democracia, los políticos periféricos se la están cargando con el consentimiento de un Gobierno que se llama «progresista». Del progreso o el retroceso…