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Cartas al director

Sandeces en exclusiva

Motivo de reflexión ofrece al observador de la cosa pública los tejemanejes que se trae Sánchez con quienes le ofrecen sus votos para seguir en Moncloa House. Y es que una parte se afana en presumir de poner de rodillas a Sánchez, mientras éste alardea de negociador, con el aplauso de Marijesu que grita emocionada «¡eso es democracia!». Y ocurren varias circunstancias. De una parte, Sánchez y Puigdemont se odian desde ha tiempo; de otra, Sánchez da lo que no es suyo, no lo puede dar. Un ejemplo es la competencia en materia de inmigración que al parecer se negoció en los pasillos del Congreso convertidos en lonja para el caso. Si el artículo 149 de la Constitución considera esta materia «exclusiva» del Estado, a menos que en el lenguaje inclusivo desaparezca ese término, quiere decir que solo puede desarrollarla el Estado, porque en el 150 no se habla de que pueden delegarse competencias «exclusivas» del Estado. Además, la inmigración es estatal en ejercicio del principio de subsidiariedad reconocido en el artículo 5 del Tratado de la Unión Europea, si bien ésta subsidiariamente dicta normas para coordinar la política migratoria de los Estados integrados en la Unión. Si los Estados recurren a la Unión Europea para que coordine la política migratoria mal se compadece con que delegue esa competencia exclusiva en una comunidad autónoma. Lo que parece es que el ultraderechista Puigdemont desea reforzar el identitarismo catalán con el uso exclusivo de esta lengua y los inmigrantes hispano parlantes estorban, prefiriendo africanos o asiáticos que necesariamente aprenderán catalán. Y a todo ello, Sánchez se etiqueta de progresista.