Cartas al director
Ciegos
«Dejadlos, son ciegos, guías de ciegos; y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo». Así habló el sabio. España se ha convertido en un país de ciegos, dicho sea con el máximo respeto hacia estas personas privadas del don maravilloso de la vista. Muchos ciegos no lo parecen porque, en su penosa oscuridad, los guía la luz del instinto y del entendimiento. Con el tema de las urnas, quizás todavía democráticas, resalta el pensamiento y la verdad de que no hay más ciego que el que no quiere ver. Es ciego un presidente de Gobierno que quiere destruir la historia de una nación forjada en siglos de luchas y logros, trocear un territorio consolidado incluso con la sangre de guerras fratricidas y dividir a los españoles en otra aciaga pesadilla como la del 36, que ya parecía totalmente superada. Ciegos son también tantos y tantos que introducen sus papeletas en las urnas, todavía democráticas, sin pensar que están apoyando y aplaudiendo la labor sectaria de un iluminado, que tiene como única finalidad la de convertir a España en la Venezuela de Europa.