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Cartas al director

Kamala

Kamala Harris es mujer. Kamala es vicepresidenta de los EE. UU. Kamala fue fiscal de San Francisco y tuvo enfrentamientos con la Policía y la alcaldesa por no pedir la pena de muerte para el asesino de Isaac Espinoza, un oficial de 29 años. Kamala, que se opone a la pena de muerte, se considera progresista y dice estar a favor del aborto y de eliminar la brecha salarial por género.

Los periódicos destacan que Kamala y Biden han hecho de la defensa del aborto el eje central de su campaña. El aborto y el miedo a Trump, ese monstruo de las galletas capaz de comerse todo incluida Kamala. Según ella, las mujeres norteamericanas están sufriendo por no poder abortar, pero ni su conciencia debe de estar muy tranquila ni las tendrá todas consigo cuando sustituye la palabra aborto por un capcioso y enrevesado «preservar el acceso a la atención médica reproductiva».

Amnistía Internacional se define a sí misma como «un movimiento global de más de 10 millones de personas comprometidas a crear un futuro en el que todas y todos disfrutan de los derechos humanos» y al aborto como «un procedimiento médico que pone fin al embarazo. Es una necesidad básica de atención de la salud para millones de mujeres, niñas y otras personas – ¿quién más?– que pueden quedarse embarazadas».

Me tienen que convencer de que existen seres más desvalidos que los fetos, mientras, parece un sainete, expertos de Naciones Unidas –¡qué caritativos! – advierten de que ejecutar por hipoxia de nitrógeno puede causar graves sufrimientos, aunque el reo lo prefiere porque tiene pánico a las agujas.

Muy mal debe de estar el mundo cuando el eje principal de una campaña presidencial es la defensa del aborto. Me pregunto si los expertos han calibrado cuánto pueden sufrir los fetos.