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Cartas al director

Libertad de expresión

El martes 30, cuando el gobierno acabó compuesto y sin amnistía como consecuencia del «no» de aquellos que, precisamente, son los beneficiados de dicha ley, se produjo en el Congreso de los Diputados un acto antidemocrático con el plácet de Armengol, presidenta de la cámara baja, y es que en democracia el concepto de libertad de expresión no debe nunca confundirse con el libertinaje verbal: Nogueras, la nueva «Rufiana» del Parlamento, desde la tribuna de oradores acusó con nombre y apellidos a jueces de ser corruptos y prevaricadores, una intervención que, a mi juicio, atenta, por un lado, contra la separación de poderes al ser un ataque frontal de un miembro del legislativo contra el judicial y, por otro lado, se trata de la imputación de delitos muy graves sin base alguna, sin argumentos y sin pruebas, únicamente tomando como fundamento la conveniencia de delincuentes, prófugos incluso algunos de ellos, y cuyo fin no es otro sino romper la igualdad de todos los españoles ante la ley para, como sin pudor afirman, «ho tornarem a fer»; todo ello, además, justificado por el gobierno social-comunista apoyándose en la idea de que la diputada Nogueras hace uso de su libertad de expresión, precioso celofán en el que con cada vez con mayor frecuencia comienza a ser envuelta esta tendencia a pesar de los temibles riesgos y las nefastas consecuencias que tienen para la crispación, no solo política, sino social, al levantar vedas y desmoronar las fronteras que implícitamente siempre han regulado en democracia la libertad de expresión, cuyo término se alcanza cuando empieza la del otro.