Cartas al director
El primer hombre
El 4 de enero de 1960, perdía la vida en un accidente automovilístico en Francia, Albert Camus. El Premio Nobel de Literatura viajaba en el auto de su editor Gallimard en el asiento del copiloto, además viajaban la esposa e hijos del dueño de la editora francesa, ninguno perdió la vida, solo Camus. En el bolsillo de la chaqueta el autor de El extranjero llevaba un boleto de tren de regreso a casa, lo que hace pensar que su plan original era viajar en tren. Junto a él se encontró una carpeta con varios folios, el manuscrito inconcluso de El primer hombre, novela que se publicaría póstumamente. Albert había dicho una vez: «La única manera de lidiar con este mundo sin libertad es volverte tan absolutamente libre que tu mera existencia sea un acto de rebelión», se fue siendo libre y portando lo que más amaba: literatura. El máximo representante del movimiento de lo absurdo, pereció en una situación absurda, quizás si hubiese usado el boleto de tren que llevaba en su bolsillo, hubiese vivido muchos años más. Una de las cimas de la Literatura Universal del siglo XX se había ido para siempre físicamente, pero quedaba viviendo en la eternidad, ese sitial que solo se reserva a los creadores.
Recientemente, ha aparecido en Francia un título que deja mucho que desear: Olvidar a Camus, una obra del profesor estadounidense Olivier Gloag, donde se tacha a Camus de machista y colonialista. Nada más alejado de la realidad. Albert Camus fue un hombre rebelde, defensor de causas justas. Se alejó de toda creencia o ideología para resaltar la libertad plena del hombre como mayor logro de la existencia. La policía de lo correcto, en la actualidad, revisa las figuras cimeras del pasado, para encontrar en ellas a toda costa una debilidad o error inexcusable. Camus fue un genio, es leído, y lo será, hoy, mañana y siempre, sus lectores y fieles seguidores de su obra somos sus abogados de la defensa.