Cartas al director
La droga de la Generación Z
Un dispositivo móvil ofrece a su dueño el espectáculo variopinto de este mundo inhóspito. El que se halla absorto en ver, leer o escuchar lo que esa reliquia puede ofrecerle, se abstrae de su mundo circundante, así esté sentado en el autobús, en el banco de un parque, en clase o en su habitación. «Hijo, ¿has hecho ya los deberes? –Sí, mamá.– ¡Qué hijo tengo!» La sociedad analógica, en la que las cosas se conseguían estudiando, esforzándose y manteniendo la atención en aquello que nos alimentara y perfeccionara, ha sido sustituida por esta sociedad digital que habitamos hace ya muchos años y que llegó para quedarse, instalada en cerebros dóciles y sumisos. Por ello el móvil puede describirse en términos de «el nuevo opio del pueblo», de ese pueblo atento a todo lo que salga de una pantalla que lleva consigo por doquier un dueño esclavo de su posesión ficticia.
Los informes PISA revelan los resultados de este paupérrimo estudiantado (salvo excepciones) en matemáticas y comprensión lectora. Debería haber un informe PISA que informase de las garrafales faltas de ortografía cometidas por quienes estaban opositando a maestro de Educación Primaria. ¡Y, a pesar de todo, protestaron, exigiendo la repetición de los exámenes! Hay que tener jeta y poca letra para disuadir a un tribunal de oposiciones del error que van a cometer si les suspenden, cuando son ellos quienes deberían entonar el mea culpa por no haber leído un libro en su vida. Y es que estos aspirantes a maestros también caben en el mismo saco que los locos por el móvil que les ofrece todo lo que piden..., excepto esfuerzo e interés en desarrollarse culturalmente. Et sit transit gloria mundi.