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Cartas al director

El color de la camiseta

Por todos es conocido el rifi-rafe entre la vicepresidenta y ministra andaluza María Jesús Montero y el presidente de la comunidad de Castilla La Mancha, Emiliano García-Page.

Ante los resultados de las elecciones en Galicia, el presidente castellano manchego ha insistido en que se deben obtener conclusiones, porque ha señalado que si el PP en Galicia no hubiera sacado mayoría absoluta, de lo que se estaría hablando sería «de las consecuencias nacionales y no gallegas». Para García-Page, el PSOE lleva un ciclo desde el año 2020 «muy difícil, muy adverso y muy hostil, que debiera provocar una reflexión profunda», y ha ahondado en la necesidad de hacer crítica y autocrítica sobre estos resultados.

Al parecer realizar una «profunda reflexión» y «autocrítica» interna en el PSOE con Pedro Sánchez al frente está totalmente prohibido. Solo ver la respuesta de la ministra Montero a García-Page lo deja claro: «Uno tiene que saber cuando su equipo juega cuál es la camiseta que lleva».

Cuando en un partido político (PSOE), que lleva en sus siglas la palabra español, llevan camisetas única y exclusivamente del partido y no de España, cuando ves en los mítines que ondean banderas del partido y no de su país, cuando la prioridad y en primer lugar es el ideal y su pertenencia al partido y después la nacionalidad, a esto lo llamo yo «esclavos de la ideología».

En efecto, nuestra época es testigo de un paulatino retroceso en las libertades individuales, tan impactante como sutil, que ha corrido parejo al preocupante aumento del poder político. Una de las mayores tragedias del hombre occidental contemporáneo es que se cree libre sin serlo.

Las ideologías, lejos de propiciar la libertad que creen tener quienes las poseen, es la mayor de las esclavitudes de pensamiento con las que habitualmente nos topamos, para desgracia de los que nos gusta ser verdaderamente libres. Esto tiene como consecuencias que nos empujan hacia una sociedad de esclavos del Estado y del pensamiento único, solo hay que escuchar al presidente del Gobierno Pedro Sánchez cómo ha bautizado a millones de españoles que no piensan como él, los denomina la «fachosfera».

El «sanchismo» ha devorado al PSOE, su «líder supremo» Pedro Sánchez ha entrado en la dinámica con su capacidad de poder de imponer su voluntad sobre otros mediante un sistema de premios y castigos frente al cual los otros son vulnerables. El «líder supremo» no se siente constreñido por las reglas que regulan el comportamiento de los demás, sino que redefine el bien y el mal a su conveniencia y tiende a endiosarse.

Mandar y ser obedecido se convierte en una droga que exige cada vez mayores dosis, por lo que todo poder propende de forma natural a crecer y a abusar. De hecho, al yonqui del poder cualquier norma que le limite le incomoda, puesto que el súmmum del poder es la arbitrariedad total.

Por el bien de España, pidamos que el PSOE vuelva a ser ese partido de Estado que lo fue antaño.

«Cuanto mayor es el poder, más peligroso es el abuso» (Edmund Burke).