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Cartas al director

El hijo de Carbonerito

El asunto Ábalos, secuela del asunto Koldo y satélites, puede ser una comedia, pero también puede ser una tragedia, por las repercusiones que puede tener para algunos, incluso para España en cuanto andan en la trama Fondos Europeos, que en la opinión de la catedrática Carmen Calvo, ahora presidente del Consejo de Estado, no son de nadie. Y si no pertenecen a nadie son una «res nullius» al alcance de quien la coja. Y este debe ser el criterio de algunos servidores públicos que respiran como si doña Carmen les hubiese amamantado. Pero también el caso tiene mucho de comedia. Ayer el exministro Ábalos –yo en su caso habría hecho lo mismo, pues en otro caso se hubiese entregado– representó un papel que ya le hubiese gustado escribir a Lope de Vega, de manera que, desde su sentimiento de sentirse abandonado por su partido, como si fuese maestro en el arte de Talía, les restregó por la cara su decisión de irse al Grupo Mixto, donde a buen seguro les espera. Ábalos pasó desde el lamento a sentirse hijo de Carbonerito y esperar al toro para enjaretarle una larga cambiada, y luego sentir la emoción de estar dando la vuelta al ruedo con las orejas de Sánchez. El asunto promete diversión, pero es triste que el dinero público no tenga dueño. Debemos tener las faltriqueras rotas.