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Cartas al director

Una apostasía a tiempo parcial

La entrevista de trabajo transcurrió en un ambiente distendido y hasta simpático, pues la candidata contaba con la titulación y la experiencia requeridas, y además se trataba de una persona extrovertida, afable y divertida. Tanto es así que los entrevistadores no tuvieron ninguna duda de que su perfil era el que buscaban y que esta aspirante era la persona idónea para cubrir la vacante que el centro ofertaba.

Y eso que ella fue un poco temerosa a esa entrevista, pues no las tenía todas consigo. Hacía unas semanas que había apostatado de su fe católica y era sabedora del ideario cristiano que impregnaba la vida de aquel colegio. Pero durante la conversación no le preguntaron por su vida de piedad ni por sus creencias. Algo se dijo de respetar el ideario del centro y, ya con el tiempo, hasta de compartirlo y transmitirlo a los alumnos y a sus familias. Por eso no necesitó echar mano de alguna «mentira piadosa» para salir del paso ante alguna posible pregunta comprometedora.

Se incorporó al claustro con una ilusión desbordante y decidida a dar lo mejor de sí misma. Y así se pudo corroborar con el tiempo, pues participaba en las celebraciones religiosas con una piedad digna de una persona creyente, y hasta les hablaba de rezar y de tener vida sacramental a sus tutorados.

Eso sí, cuando sonaba la sirena a las cinco de la tarde y salía por la puerta del colegio se olvidaba, casi sin darse cuenta, de aquel ideario tan maravilloso. Un ideario que retomaría a las nueve de la mañana del día siguiente, cuando volviese a entrar por el portón de ese estupendo colegio que la había aceptado tal cual era, aunque sin saberlo.

Seguro que con el tiempo, y con la gracia de Dios, se retractará de su apostasía y empezará de verdad a dar frutos apostólicos. ¡Ojalá que sí!