Cartas al director
Adaptarse o qué
He llegado a la conclusión de que todo avanza muy deprisa y que necesito adaptarme. Como hizo el extrañamente criticado escritor Paulo Coelho, que después de algunas décadas de practicante libertarismo, se encontró de repente con un extraño que le convenció para un reencuentro con el catolicismo. Ahí comenzó probablemente a vivir. Es decir, se adaptó a la realidad. El tal Coelho es el que dijo aquello de que: «La velocidad a la que cambia el mundo nos hace sentir que todo es efímero». No sabe que, a esta conclusión, ya llegó mi hijo de seis años.
Así es. La vida se mueve rápido, si no te detienes y miras alrededor de vez en cuando, podrías perdértela. Lo dijo Mattew Broderick en la película Todo en un día, aunque para ser justos, habría que atribuírsela al director de películas adolescentes, John Hughes. En aquel entonces, apenas existían los móviles. Los que empezaban a asomar eran voluminosos, pesados y tenían un alcance bastante limitado. Los modernos, más atractivos y funcionales, han cambiado nuestra forma de comunicación, acceder a la información y a mejorar la productividad, además de favorecer otras promiscuas veleidades. Y por supuesto, a tener entretenidos a los niños para que no nos den el coñazo.
Y como va todo tan deprisa, he decidido facilitarle la vida a mi vástago (y la mía, de paso). Le voy a facilitar acceso total a todos los dispositivos móviles. No quiero que en su centro educativo le llamen paria o lo conviertan en un apestado social. Si todos tienen móvil, cómo no voy a dejarme arrastrar por la ingente masa progresista que defiende el acceso a la libertad manual. Qué importa que tenga libre acceso a contenidos para adultos, o que se le caiga la baba mientras pasa el tiempo viendo videos de personas bailando en Tik tok mientras le pasa un balón por delante. Así caerá del árbol antes. Lo que importa es que esté al día con los tiempos que corren, aunque eso implique tener que repetir su nombre varias veces para centrar su atención, o que no me hable y solo se comunique por Whatssapp. Lo que importa es que cumpla lo que se espera de él, a saber: cero autocrítica, manipulable, desinteresado (pero de todo) y que El arte de la guerra sea su libro de cabecera. Lo que importa es que no se quede atrás en esa asignatura que llamamos ignorancia. Hablando de ignorancia, se me viene a la mente aquella frase del crítico literario George Steiner: «La velocidad de la comunicación nos hace ignorantes».
Qué sabrá él…