Cartas al director
Prioridades educativas bajo el prisma de la fe
Un sacerdote, capellán universitario, decía que lo más valioso de su universidad, el único tesoro, era el sagrario: la presencia real de Jesucristo sacramentado en medio del campus. De ahí que se entienda la respuesta que dio un alumno aspirante cuando le preguntaron la razón de querer estudiar en esa universidad: «Porque aquí hay un sagrario y está el Señor presente».
Un religioso, director de un colegio, comentó a un grupo de alumnos durante una celebración en la capilla que a él no lo verían mucho por allí. De ahí que se entienda la contestación que dio un padre cuando le preguntaron por qué quería matricular allí a su hijo: «Porque este colegio tiene unas instalaciones magníficas».
Tras el confinamiento, cuando la vida escolar estaba atenazada por innumerables normas de prevención y de higiene, en algunos centros religiosos se optó por utilizar su capilla como si fuera un aula más. Y ahora, casi cuatro años después, esa misma capilla permanece desierta la mayor parte del día y la vida sacramental es casi inexistente. Otros centros, en cambio, ni se plantearon tal posibilidad, pues eran conscientes de la suerte que tenían de poder acudir al sagrario diariamente para orar por tantas y tantas necesidades. Y ahora, años después, el paso por la capilla y la celebración de sacramentos es una constante ordinaria para muchas de las personas que conforman esas comunidades educativas.