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Cartas al director

Esa inviolabilidad que nos sorprende

La religión que se practicaba en el Imperio Romano, antes del cristianismo, y posiblemente en otros lugares, era politeísta y doméstica… Esta religión privada determinó que la casa fuera configurada como un lugar inviolable y sagrado. Los romanos legislaron y convirtieron los domicilios en dominios seguros. Los forasteros no podían cruzar el umbral sin permiso del dueño. Si eso ocurría en el mundo romano, en el mundo musulmán debió ocurrir algo similar. El libro sagrado de los musulmanes dice: «No entréis en las casas sin permiso».

Conclusión: el domicilio en el pasado era un lugar protegido por la costumbre, por la religión y por la ley. Eso satisfacía una de las principales necesidades del individuo: la seguridad.

Ahora, esa inviolabilidad es mayor. Ahora pasa algo que no debería pasar: «No debería tener el derecho a la inviolabilidad del domicilio quien entra ilegalmente en una vivienda que no es de su propiedad». «No se la debería cargar el propietario que intenta expulsar por la fuerza a un okupa».