Cartas al director
El último tango en Ferraz
Quién sabe si porque a estas alturas ya se cree una especie de Marlon Brando del independentismo, Carlos Puigdemont ha escogido la evocadora localidad francesa de Perpiñán para, con un extintor y un Chewbacca peludo de La guerra de las galaxias como testigos de excepción, presentar su «lista de país» con las elecciones catalanas en el horizonte. El hombre va a pasar por alto que esa lista de país es la lista del país de nunca jamás, pero a estas alturas lo que pueda ser real y lo que no ha dejado de importar. Es un hecho empírico que el sexapil político del hombre que se fugó a Waterloo en un maletero de un coche, de lo más cobarde conocido en nuestra historia, se limita al número de escaños que tiene para que Pedro y su Bolaños puedan seguir haciendo «de la necesidad virtud». En su comparecencia, Carlos volverá a amenazar un poco con echar a rodar El último tango en Ferraz, pero todo, del comienzo a los títulos de crédito, es pura ficción: sabe que el día que eso suceda, su vivir de película a costa de todos los españoles se acaba; o sea, fin. Ayer presentó su nueva marca para las elecciones catalanas, Junts+Puigdemont per Catalunya, en la que reagrupa a partidos minúsculos bajo su paraguas. ¿Tendrá futuro?