Cartas al director
Eutanasia
Yo, humilde médico, he cogido mi pluma y he montado en el carro para hacer lo que tantas veces debe hacerse: reflexionar sobre lo que acontece. Y he puesto como viático mi pequeña hemeroteca y mi tiempo libre. Y he entrado después en la ciudad sombría. Y he sentido en este ambiente de inercia y de resignación, una tristeza íntima, indefinible... Así podría haber comenzado Azorín, si hubiera sido médico, uno de los capítulos de Las confesiones de un pequeño filósofo.
Me he acordado de él por la tristeza que me produce leer cosas como «La cara oculta de la eutanasia: el 20 % de los médicos sufren problemas de salud mental tras aplicarla». Tengo mi propia opinión al respecto y gracias a Dios la jubilación me ha evitado cualquier tesitura.
Lo que me duele es que en el artículo aparecido, se puede leer online, en Gaceta Sanitaria, «La ley de eutanasia y experiencias profesionales: tensiones en la práctica clínica» se destaque como mayor causa de malestar «ante todo el estrés burocrático-administrativo derivado de una ley garantista, con verificación previa y posterior, en un sistema sanitario muy tensionado tras los recortes presupuestarios y la covid»
«Y hubo un momento en el proceso que dije 'me hago objetora'. Lo pasé muy mal. O sea, por el papeleo, pero no por el papeleo en sí… por la falta de tiempo para hacer el papeleo. […] Yo lo que veía, claro, cuando un paciente te dice esto, son visitas con este paciente, que prácticamente lo tienes que ir viendo cada semana, cada 2 semanas, y que son visitas muy largas…»
¿De verdad, el tiempo, el papeleo, es lo que más preocupa a los compañeros que la llevan a cabo?
Uf, de la que me librado.