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Cartas al director

Evangelizar la cultura

El hombre influye en la cultura y a la vez la cultura influye en el hombre, es una acción recíproca. Todo hombre puede, pues, crear cultura y a la vez disfrutar de ella. Esto presupone lógicamente que para gozar de una excelente cultura nuestra aportación ha de estar al mismo nivel. Es un razonamiento lógico y es a la vez una llamada apremiante a que esa cultura en la que nos desenvolvemos posea unas cualidades imprescindibles como son la trascendencia, la bondad, la capacidad de enriquecer el espíritu, el desenvolvernos en un ambiente de paz y de sosiego. Resumiendo: que tenga la capacidad de elevarnos por encima de egoísmos y desconfianzas; que nos aproxime e incluso nos identifique con lo eterno. Y todo esto requiere lo que en 1975 el Papa Pablo VI denominó: evangelizar la cultura. «No de una manera decorativa, como un barniz superficial, sino de manera vital, en profundidad y hasta sus mismas raíces». El Papa denunciaba la presente ruptura entre Evangelio y cultura, y calificaba este hecho como el drama de nuestro tiempo.

Y nada mejor para ello que el testimonio personal. Testimonio personal que procuraremos que actúe como onda expansiva que tendrá su repercusión inmediata en los que nos rodean para ir extendiéndose a toda la sociedad. Manifestar la «capacidad de comprensión y de aceptación (…), su solidaridad en los esfuerzos de todos en cuanto existe de noble y bueno». Irradiar «de manera sencilla y espontánea su fe en los valores que van más allá de los valores corrientes, y su esperanza en algo que no se ve ni osarían soñar».

Desde hace dos mil años el cristianismo ofreció a Europa una cultura que ha predominado sobre todo el mundo. Pretender ahora ignorar esa cultura es reconocer de manera tácita el fracaso flagrante de la actual Europa.