Cartas al director
Sentido cristiano del sufrimiento
El hombre desarrolla su vida con la finalidad de ser feliz; y muere también con el anhelo de gozar eternamente de la felicidad. Ello, lógicamente, en el orden divino. Puede parecer, entonces, que en el orden humano todo es distinto y no es así. Y no es así porque no cabe disociar los dos ámbitos: humano y divino. En las personas no existe como una doble vida, no existe un ámbito humano y otro sobrenatural o divino, porque la vida es una y única y toda ella está encauzada hacia Dios.
¿Y el sufrimiento? E igualmente podríamos preguntarnos: ¿Y la alegría? Ambos sentimientos forman parte de la vida. Pero le damos como más relevancia al sufrimiento, tal vez porque es más difícil de sobrellevar: bien sea el sufrimiento físico como el sufrimiento moral. Es preciso adentrarnos en el Evangelio y conocer en profundidad la vida de Jesucristo para entender, aunque no del todo, el sufrimiento humano. Jesucristo, Dios hecho Hombre, viene al mundo con el deseo expreso de redimirnos a través del atroz sufrimiento de la Cruz. No es Él un reo culpable, sino que asume la culpabilidad de todos los hombres, de la humanidad entera.
El Papa Juan Pablo II, poco después del atentado que sufrió, escribió una Carta Apostólica, «Salvifici doloris» (Sobre el sufrimiento humano), en 1984. En ella hace un excelente recorrido de las situaciones del dolor y sufrimiento humanos para encontrar su justificación en el pecado, que llevó a Cristo hasta la cruz.
«El sufrimiento humano ha alcanzado su culmen en la pasión de Cristo. Y a la vez ésta ha entrado en una dimensión completamente nueva y en un orden nuevo: ha sido unida al amor (…). La cruz de Cristo se ha convertido en una fuente de la que brotan ríos de agua viva. En ella debemos plantearnos también el interrogante sobre el sentido del sufrimiento, y leer hasta el final la respuesta a tal interrogante (…). El hombre percibe su respuesta salvífica a medida que él mismo se convierte en partícipe de los sufrimientos de Cristo».